martes, 12 de abril de 2011

Detectan en Salamanca yodo 131 procedente de la central nuclear de Fukushima

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El Laboratorio de Radiaciones Ionizantes de la Universidad de Salamanca vigila los niveles radiológicos ambientales en la Comunidad, aunque se trata de niveles que no representan riesgo para la población.

iodo 131

Un mes después de que saltara la alarma nuclear en la central de Fukushima de Japón, como consecuencia del desastre provocado por el terremoto y el posterior tsunami, los ojos del mundo siguen mirando atentamente a lo que allí sucede. Japón sigue temblando y las últimas informaciones sobre la crisis nuclear hablan de que ya se ha alcanzado el nivel de emergencia más alto.


Así, durante el último mes las noticias sobre la energía nuclear se han disparado y el trabajo de los científicos dedicados a la investigación en este ámbito sale a la luz. Precisamente en la Universidad de Salamanca existe desde hace años el Laboratorio de Radiaciones Ionizantes, dirigido por Begoña Quintana Arnés, directora también del Departamento de Física Fundamental. Este laboratorio y el de Radioactividad Ambiental de la Universidad de León son los únicos dedicados a la vigilancia radiológica ambiental en la comunidad castellano-leonesa, dependientes de la Red de Estaciones de Muestreo (REM) del Consejo de Seguridad Nuclear.

Según ha confirmado Quintana Arnés al Área de Comunicación de la institución académica, en las últimas mediciones del laboratorio se ha detectado yodo 131 en niveles muy bajos que no representan ningún riesgo para la salud de la población y que están descendiendo. Y se ha detectado, continúa la investigadora, porque ha llegado la primera nube de Fukushima, consecuencia de la primera semana que fue la más grave desde el punto de vista radiológico”.

Aunque su labor es ahora objetivo de todas las miradas, lo cierto es que el Laboratorio de Radiaciones Ionizantes de la Universidad trabaja desde hace diecinueve años en el programa de vigilancia radiológica ambiental de la Red de Estaciones de Muestreo (REM). Quintana Arnés ha explicado que esta red se formó en 1992 cuando la Unión Europea le requirió al Consejo de Seguridad Nuclear que crease una red de este tipo, debido a que cuando ocurrió el accidente de Chernóbil en España no se monitoreaba el aire y, por lo tanto, no se pudo saber qué ocurrió ni hasta dónde llegó la radioactividad.
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