Entre los diversos factores que intervienen en la aparición de la obesidad, uno de los principales es el desorden en la alimentación, y en particular la ingesta de cantidades excesivas de azúcar; es por ello que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha determinado en forma muy clara que el consumo de azúcar en la dieta diaria no debe superar el 10% del total de calorías ingeridas, tanto en adultos como en niños. La Fundación Torres-Picón persevera en lo necesario que es crear conciencia preventiva así como compartir las opiniones que emiten expertos, con base en serios estudios e investigaciones, que sugieren nuevas maneras de manejar y controlar este tan grave problema de salud pública global.
La OMS indica que, en los niños, la ingesta calórica debe estar entre 1.000 y 1.800 calorías diarias, dependiendo de su edad, por lo que el consumo de azúcar debería estar entre los 25 y los 45 gramos, es decir, de seis a once cucharaditas (pequeñas) de las de café, en total, no más.
En este mismo orden de ideas, la Asociación Estadounidense del Corazón (AHA, por sus siglas en inglés), en un documento publicado en 2016 en la revista especializada Circulation, recomienda que la ingesta diaria de niños y adolescentes sea menor a seis cucharaditas de azúcar, a fin de evitar un incremento en el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Asimismo, señala la AHA que el consumo de bebidas dulces o refrescos debe estar por debajo de las ocho onzas, es decir, 236 mililitros por semana, y evitar por completo el consumo de azúcares añadidos en la dieta de los niños menores de dos años. En el mismo documento, la AHA destaca que, además de las enfermedades cardiacas, el consumo excesivo de azúcar está asociado con las caries dentales y también con la diabetes, la hipertensión y varias formas de cáncer, patologías frecuentemente derivadas de la obesidad.
Al hacer referencia al azúcar añadido, es importante aclarar que no se trata del azúcar que usualmente se añade al café o a los postres caseros, cuyas cantidades son relativamente bajas; el término se refiere más bien al azúcar que se esconde en productos industriales como panes, dulces, salsas, chucherías, incluso algunos productos lácteos y, por supuesto, los refrescos.
El aporte de este consumo oculto asciende hasta el 75% de la ingesta total de glucosa, según revela la Fundación Española del Corazón; el azúcar añadido generalmente se encubre con otras denominaciones tales como jarabe de maíz de fructosa alta, dextrosa, fructosa, jugo de fruta, etcétera, por lo que es de vital importancia estar atentos al contenido que aparece en las etiquetas de los productos ya que, según un estudio realizado en Estados Unidos y publicado en 2014, las personas en cuyas dietas los azúcares añadidos representan entre el 17 y el 21% del total del aporte de calorías, esto es, el doble del 10% recomendado por la OMS, tienen un riesgo de morir como consecuencia de una enfermedad cardiovascular un 38% más elevado que las personas en cuyas dietas los azúcares añadidos representan menos del 8%
En tales circunstancias, podría pensarse en los edulcorantes como alternativa; respecto a esto, la Asociación Española de Pediatría (AEP) explica que un edulcorante es “un aditivo alimentario que confiere sabor dulce y que, habitualmente, no aporta o proporciona muy poca energía”; clasifica los edulcorantes en dos grandes grupos: el primero, edulcorantes naturales, que a su vez se dividen en calóricos, como los azúcares, la miel y el jarabe de arce, y los acalóricos, como estevia y la taumantina; el segundo son los edulcorantes artificiales, los cuales también se dividen en calóricos, como los azúcares modificados, los alcoholes del azúcar, y acalóricos, como la sacarina, el ciclamato y el aspartamo.
El Comité de Nutrición de la AEP aclara que no se recomienda el uso de edulcorantes en la alimentación de niños de menos de tres años de edad; no obstante los edulcorantes acalóricos “pueden ayudar a limitar el consumo de azúcares refinados en la dieta y son útiles en la prevención de enfermedades como la obesidad o la diabetes, asociándolos a una alimentación moderada y equilibrada”.
Rachel K. Johnson, ex presidenta del Comité de Nutrición de la AHA y firmante del documento antes mencionado, señala que, en todo caso, lo más acertado sería que los padres iniciaran la educación alimentaria de sus hijos en forma temprana, limitando al mínimo la cantidad de azúcar en su dieta, a fin de “entrenar sus papilas gustativas”, lo cual facilitaría en gran medida la formación de preferencias gustativas y hábitos de alimentación saludables.
Como vemos, los expertos nos ofrecen consejos, información y orientaciones nada complicadas. Lo responsable es tomarles en cuenta, apuntó Pedro J. Torres, portavoz y presidente de la Fundación Torres-Picón, quien viene trabajando en temas de prevención en salud, educación, arte y cultura. La institución es especialmente activa en compartir datos asociados al problema del sobrepeso y la epidemia global de obesidad infantil que ha declarado la Organización Mundial de la Salud (OMS).
GF/EDC
El post Pedro J. Torres: Efectos del exceso de azúcar en la alimentación infantil son un “amargo” problema aparecio primero en Informe 21
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