lunes, 16 de abril de 2018

Cómo Reducir La Inflamación Con Enzimas Proteolíticas

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Por un tiempo, Alejandro sufrió de algunos malestares estomacales. Cuando fue al médico, le recetaron algunos fármacos para mejorar su digestión y le dijeron que presentaba inflamación en el estómago.

Cuando me lo comentó, conversamos sobre su estilo de vida y la razón de su malestar. Al conversar, Alejandro me comentó que últimamente  había ingerido más bebidas alcohólicas de lo normal.

Esto se debía a varias actividades sociales relacionadas a su carrera como fotógrafo de celebridades, además de muestras y exposiciones. El alcohol había irritado su estómago lo que produjo una inflamación y, por consiguiente, malestares estomacales e indigestiones.

A las recomendaciones médicas, le sumé la mía: comer papaya o lechosa, especialmente orgánica, por sus virtudes desinflamatorias.

Tal como le expliqué a Alejandro, la lechosa tiene la capacidad de contribuir con los procesos desinflamatorios gracias a ciertas enzimas que contiene. Precisamente, son estas enzimas las protagonistas de esos mecanismos que alivian la inflamación y sus síntomas.

¿Qué es y por qué ocurre la inflamación?

La inflamación es una respuesta fundamental del organismo a las enfermedades y las lesiones y se caracteriza por esos signos clásicos que conocemos de dolor, calor, enrojecimiento e hinchazón.

Estos signos indican que el organismo inyecta más sangre y recursos inmunológicos a la zona afectada por la lesión. Por ejemplo, envía glóbulos blancos macrófagos para eliminar microorganismos y materias tóxicas o extrañas que se encuentran en el área.

Además, el enrojecimiento es signo de que la vasodilatación permite que más sangre y otros fluidos alcancen el área afectada. Por otra parte, el calor refleja el aumento del flujo sanguíneo desde las profundidades del cuerpo a la zona lesionada.

La inflamación, que es el otro signo, se debe a la acumulación de fluidos en el área o las zonas que se dañaron. El dolor es responsabilidad de la presión de esos líquidos, por este motivo, también hay una movilidad restringida de la zona.

Existen una gran cantidad de afecciones que activan la respuesta inflamatoria. Por ejemplo: la picadura de mosquitos, una infección viral, un hueso roto, una astilla en un dedo.

Importancia de la inflamación

Pero hay respuestas inflamatorias que no son tan evidentes como las que observamos en la piel cuando nos lesionamos.

Muchas de ellas ocurren dentro del organismo. En todo caso, el mecanismo es el mismo para todas, es decir, su propósito es enviar células y compuestos químicos al lugar de la lesión para reparar el daño causado.

Por este motivo, la inflamación es esencial en el sistema de defensa del organismo, o sea, es un mecanismo protector y de autodefensa. El cuerpo reacciona con dos tipos de respuesta inflamatoria: la aguda y la crónica.

La primera dura unos pocos días. La inflamación crónica, por el contrario, se extiende durante semanas, meses o más tiempo. El problema es por sí misma causa daños en los tejidos del organismo mientras cicatriza y repara.

Es por esto que la inflamación se le relaciona con enfermedades tan diversas y distintas como Alzheimer, asma, diabetes, psoriasis, arteriosclerosis, cirrosis y fibrosis quística.

Afortunadamente, para contrarrestar los efectos de la inflamación y sus consecuencias existen las enzimas sistémicas.

¿Qué son las enzimas?

Las enzimas son un tipo de proteína que actúa como catalizador de reacciones químicas del organismo. En palabras más concretas, trabajan en los procesos bioquímicos o hacen que trabajen más rápido.

Generalmente, las reacciones bioquímicas son muy lentas y el papel de las enzimas es hacer que sucedan y acelerarlas. Si no las aceleraran, no podría sostenerse la vida por la lentitud de estos procesos. Por este motivo, las enzimas son esenciales.

Esto explica por qué nuestro organismo utiliza unas 3.000 enzimas que participan en unas 7.000 reacciones enzimáticas.

Hay varios tipos de enzimas. Las enzimas sistémicas son distintas a las enzimas alimentarias y las digestivas. Las alimentarias se encuentran en los alimentos crudos y naturales y apoyan en la salud del organismo.

Las digestivas son las que participan en el proceso de digestión y ayudan a descomponer fibras, carbohidratos, proteínas y grasas. Gracias a ellas, nos libramos de molestias abdominales, gases, empachos e hinchazón y otros problemas de una mala digestión.

En cuanto a las enzimas sistémicas, estas son las que mantienen la vida y la salud en general. Por ejemplo, trabajan en procesos como reacciones alérgicas, descomposición de toxinas, producción de mucosidades y factores de coagulación.

Existen una gran variedad de enzimas sistémicas y entre las principales se encuentran  las enzimas proteolíticas.

Enzimas proteolíticas

Las enzimas proteolíticas son parte de diversos procesos vitales de nuestro organismo. Básicamente, son responsables de la descomposición de las proteínas. Es por eso que se llaman proteolíticas o proteasas. Ellas, a su vez, se subdividen en otros tipos de enzimas.

Por ejemplo, las proteasas pancreáticas, la bromelina que se encuentra en la piña, la papaína en la papaya o lechosa, las proteasas fúngicas y la serratia peptidasa o enzima “gusano de seda”.

El cuerpo produce algunos tipos de enzimas proteolíticas en el páncreas y en el estómago, pero no solo descomponen proteínas. También se encargan de la coagulación de la sangre, la función inmune, la división celular y otros procesos vitales.

No sólo los animales y el ser humano utilizan enzimas proteolíticas, también las plantas durante todo su ciclo de vida.

¿Cómo obtener enzimas proteolíticas?

Las principales enzimas proteolíticas se producen en el sistema digestivo. Estas son la pepsina, la tripsina y la quimotripsina. Su función es descomponer las proteínas que consumimos de la carne, el pescado, leche y huevos en moléculas más pequeñas.

Esas moléculas reciben el nombre de aminoácidos y, posteriormente, son absorbidos por el cuerpo para las funciones vitales que realiza.

Pero también las enzimas proteoliticas se obtienen de alimentos, especialmente vegetales. Las más conocidas son las que están en la papaya y en la piña.

La papaya contiene una enzima llamada papaína que se encuentra no sólo en el fruto sino también en sus hojas y raíces. Su poder de descomposición de las proteínas es tan potente que la papaína se usa desde hace miles de años como ablandador de carne.

La de la piña se llama bromelina y está en la fruta, la piel y en el jugo de la planta. Esta fruta ha sido utilizada también por cientos de años por los indígenas de América Central y del sur para tratar diversos malestares.

Por cierto, estas son las fuentes más conocidas, pero también contiene proteolíticas el yogur y el kéfir, el chucrut, el kiwi, jengibre y espárragos.

Las enzimas las puedes consumir directamente al comer esas frutas o también a través de suplementos concentrados.

¿Cómo las enzimas proteolíticas reducen la inflamación?

Una de las funciones más importantes de estas sustancias es regular y modular la respuesta inflamatoria y sus procesos relacionados.

Por ejemplo, una de sus acciones más importantes es aumentar entre 7 a 10 veces el apetito de los macrófagos y la potencia de las células asesinas naturales.

Otra función es la degradación de los complejos antígeno-anticuerpo que inhiben la función inmune normal, tal cual descomponen las proteínas.

Cuando ocurre una infección, el organismo ataca esos dañinos antígenos adhiriéndoles un anticuerpo. Juntos conforman un complejo antígeno-anticuerpo.

Pero cuando hay demasiados complejos antígeno-anticuerpo en el cuerpo por fuertes infecciones, pueden causar ciertas enfermedades.

Por ejemplo, resultan severamente dañados los riñones, los nervios y se presentan otras patologías reumatológicas como la artritis reumatoidea.

La evidencia científica sugiere que la tripsina, la papaína y otras enzimas proteolíticas tienen la capacidad de romper esos complejos inmunológicos y prevenir al mejorar el drenaje linfático.

Con estas acciones se estimula y regula el sistema inmune. Pero esto no es todo. También modulan el proceso inflamatorio a través de otra serie de procesos.

Entre esos, la reducción de la inflamación de las mucosas y la disolución de depósitos en los que se forman coágulos de sangre y microtrombos.

Estás enzimas también reducen la viscosidad de la sangre y mejoran la circulación en todo el organismo.

Así aumenta el suministro de oxígeno y nutrientes y también facilita el transporte de productos tóxicos y desechos lejos de la zona lesionada.

Otra manera de mejorar la respuesta inflamatoria es descomponer las proteínas de la sangre y los residuos celulares con el fin de que se desechen más rápidamente a través del sistema linfático.

De esta manera la inflamación se soluciona más rápidamente, por lo que se alivia el dolor y la incomodidad.

¿Y los fármacos antiinflamatorios?

Algunos estudios han demostrado que las enzimas proteoliticas tienen mayor capacidad de reducir la inflamación que, al menos, cuatro potentes antiinflamatorios.

Entre esos fármacos se encuentran la fenilbutazona, la hidrocortisona, la indometacina y el ácido acetilsalicílico.

Efectos nocivos

Ya sea que se consuman en frutas o en suplementos, las enzimas proteolíticas generalmente son seguras.

Sin embargo, también pueden causar efectos secundarios en ciertas personas. Por ejemplo es posible que ocurran reacciones alérgicas o también malestares estomacales y problemas digestivos

En ciertos casos, interfieren con el efecto de medicamentos anticoagulantes como la warfarina. Quienes toman antibióticos deben ser cuidadosos a la hora de consumir enzimas proteolíticas.

Estos compuestos tienen la propiedad de aumentar las concentraciones sanguíneas de algunos de esos fármacos.

Por supuesto, cuando se consumen en forma de suplementos se debe tener mucho más cuidado y es necesario consultar a un médico antes de ingerirlas.

Alejandro comenzó a comer la papaya en cantidades moderadas por su contenido de papaína y, cuando estuvo mejor de su estómago, también agregó otras frutas como el kiwi y la piña.

Una parte importante de su tratamiento era desechar los hábitos que dañaron su salud y así lo hizo.

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