Querer que todas las cosas sean perfectas no siempre es bueno. ¿Sabías que la gente realmente productiva no es perfeccionista?
Esto no quiere decir que no les interese el resultado o la calidad de su trabajo, sino que priman los recursos y el tiempo disponibles.
Conoce cómo ser rápido y simple. ¡No te compliques demasiado!
Tips para no ser tan perfeccionista
Aunque no lo creas, muchas veces, detrás de un perfeccionista no hay una persona que busca la excelencia, sino alguien con una gran falta de autoestima que busca el halago de los demás como forma de compensación.
O incluso un ser temeroso de cometer errores que considera el fracaso como un castigo.
Es difícil dejar de lado el perfeccionismo porque requiere un gran cambio en nuestros hábitos cotidianos y en nuestra forma de pensar. Por supuesto, se necesita compromiso, voluntad y perseverancia.
De a poco podrás convertirte en alguien más efectivo y menos “atado” a tu necesidad de hacer el mejor trabajo:
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1. Acepta que eres perfeccionista
Este, sin dudas, es el primer paso porque te permite pensar en cómo mejorar o cambiar.
Quizás no conoces las técnicas que te pueden ayudar pero, al menos, has tomado consciencia de que algo tiene que ser diferente. No te quedes solo con la aceptación: ve más allá.
2. Perdona tus imperfecciones
Muchas veces el perfeccionismo es la manera de “ocultar” los defectos. Debes recordar que todos nos equivocamos y tenemos debilidades.
Por supuesto, también nos va bien en otras cosas y tenemos fortalezas. Sentirte un ser humano con sus pros y sus contras es muy importante.
3. Busca las causas de tu perfeccionismo
¿Por qué eres tan exigente contigo mismo? ¿Qué te condujo hacia la búsqueda de la excelencia?
Quizás cuando eras pequeño tus padres te reprendían cuando no hacías las cosas bien o sólo te felicitaban si sacabas la calificación más alta. Eso ha hecho mella en tu personalidad y por ello lo traspasas a todo lo que te rodea.
4. Reduce tus niveles de exigencia
Los estándares de calidad no siempre son iguales para todos y quizás te estás esforzando demasiado para alguien que no está interesado en la excelencia.
Por supuesto que la gratitud es para contigo mismo, pero tal vez te estés exigiendo más de lo debido.
Un ejemplo simple para entender esto:
Dos estudiantes entregan sus trabajos de fin de año. El primero responde a todas las consignas de forma concisa y directa. El segundo añade más información y datos de los solicitados.
El profesor le da una calificación más alta al primero porque se ha ajustado a la consigna. Que no te suceda lo mismo que el segundo alumno.
5. Acepta las críticas
Una de las razones por las cuales eres perfeccionista es porque no soportas los comentarios “negativos” sobre tu trabajo.
Crees que eres un desastre, que has fallado, que no tienes perdón… Aunque te parezca exagerado, en tu interior sabes que es cierto.
Debes tener en cuenta que los juicios de valor y las críticas constructivas te ayudan bastante. Por supuesto que a nadie le gusta oír que se ha equivocado, pero debes tomar el error como una herramienta para superarte.
6. Ser el mejor no sirve
Si eres el más musculado del gimnasio… ¡Estás en el gimnasio equivocado! Si eres el mejor de tu clase… ¡Deberías estudiar algo más difícil! Muchas veces las personas disfrutan tanto de la perfección que no se superan a sí mismos.
Es más fácil quedarse en la misma academia para sentirse superiores que buscar otro sitio en el cual tengan que trabajar arduamente para convertirse en los mejores.
7. Deja espacio para otras actividades
Quizás el hecho de ser perfeccionista no te permite disfrutar de la compañía de tu familia y amigos, de ciertas actividades o cosas que te encantaría hacer. O incluso no sabes qué te gusta porque no te tomas el tiempo para pensar en ello.
En vez de quedarte hasta la madrugada “mejorando” ese informe o trabajo de la universidad… ¿por qué no aprovechas para dormir, leer un poco o mirar una película?
Tal vez necesites nuevas distracciones para no prestar tanta atención a la excelencia.
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8. Haz algo que no esté planificado
Puede que no conozcas la felicidad que nos brinda lo inesperado y que siempre hagas las cosas según un calendario. Tener delineado cada paso que damos no es para nada divertido.
¿Qué tal si por una vez cambias de calle para ir al trabajo? ¿Y si te dejas sorprender sin organizar nada para el sábado a la tarde?
Por supuesto, deberías disfrutar de aquello que no está previsto. Como si fuese una lluvia que se desata en unos minutos y no llevamos paraguas.
Esa sensación de no tener el control puede ser de gran ayuda cuando estamos acostumbrados a la búsqueda de la perfección en todo.
9. Cambia tu definición de “fracaso”
Los errores y fracasos son relativos. Puede que para ti una calificación “promedio” sea sinónimo de equivocación pero para otro sea motivo de felicidad. Debes reformular tu definición de “fallar” para que la vida sea más sencilla y agradable.
Por supuesto que siempre lo puedes hacer mejor, pero no te martirices si no consigues el resultado esperado. De seguro la próxima vez no fallarás en lo mismo, ya que has aprendido la lección.
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