La cultura de una sociedad puede hacer que la menopausia sea un hecho más o menos traumático para una mujer, pero quizá menstruar cada 28 días tal y como lo hacen las mujeres occidentales no es un fenómeno tan natural como creemos.
Es lo que descubrió en 1986 una joven científica llamada Beverly Strassmann, de la Universidad de Michigan, que viajó a Malí para convivir con la tribu de los dogón, fijando su base de investigación en la aldea de Sangüi de Sahel, a unos 200 kilómetros al sur de Tombuctú.
Los dogón no usan ningún método anticonceptivo, y viven de la tierra y se alojan en casas de adobe sobre las laderas del Bandiagara. En gran medida, viven tal y como lo hacían sus antepasados prehistóricos. Así que Strassmann tenía mucho interés en conocer a fondo cómo era la biología femenina de esta tribu a fin de averiguar cómo pudo haber sido la biología femenina hace milenios.
Strassmann pretendía responder a preguntas del tipo: ¿cuántas veces paren las mujeres? ¿Cuándo alcanzan la menopausia? ¿Y la pubertad? ¿Qué impacto tiene el amamantamiento sobre la ovulación? Y ¿con qué frecuencia menstrúan?
"Parte del trabajo de Strassmann se centró en la práctica dogón de segregar a las mujeres menstruantes en chozas especiales situadas en un arrabal del pueblo. En Sangüi había dos chozas menstruales: oscuras y apretadas estructuras de adobe, con una sola estancia y tres sobrios catres para acomodar a otras tantas mujeres. Cuando las chocas estaban llenas, las recién llegadas se quedaban en la intemperie."
Strassmann tomó muestras de orina de las mujeres que usaban la choza para confirmar que menstruaban. Pasó 736 noches en Malí, y elaboró un censo de todas las mujeres del pueblo, recopilando datos de todas las visitantes de las chozas.
Descubrió que las mujeres dogón menstrúan unas 100 veces a lo largo de sus vidas, y las que sobreviven a la lactancia suelen cumplir 70 u 80 años. Sin embargo, el promedio de menstruaciones de la mujer occidental contemporánea si sitúa entre las 350 y las 400 veces.
"Entre las dogón halló que una mujer, por norma general, tiene su primer periodo a la edad de dieciséis años; y da a luz entre ocho y nueve veces a lo largo de su vida. Desde la menarquia, o inicio de la menstruación, a la edad de veinte, tiene un promedio de siete periodos por año. A lo largo de la próxima década y media, desde la edad de veinte hasta la edad de treinta y cuatro, pasará tanto tiempo embarazada o amamantando (lo que, entre las Dogón, significa que se suprime la ovulación durante una media de veinte meses) que, en promedio, sólo tendrá poco más de un periodo por año. Después, desde la edad de treinta y cinco hasta la menopausia, a los cincuenta aproximadamente, a medida que su fertilidad decae, tendrá un promedio de cuatro menstruaciones por año."
¿Por qué, entonces, existe esta diferencia entre las mujeres dogón y las mujeres occidentales contemporáneas?
Strassmann no ha sugerido que sus estudios sean aplicables a todas las sociedades preindustriales, pero sí que, junto a otras investigaciones antropológicas que avalan su tesis, el número de menstruaciones a lo largo de la vida no está afectado generalmente por las diferencias de dieta, clima o modo de subsistencia (la alimentación silvestre en vez de la agricultura, por ejemplo).
"Los factores más significativos, dice Strassmann, son cosas como si predomina la lactancia o la esterilidad. Pero, sobre todo, ella cree que el patrón básico de menarquia tardía, muchos embarazos y largos periodos sin menstruaciones debidos a un amamantamiento intensivo fue prácticamente universal hasta la “transición demográfica” que se produjo hace cien años, de una fertilidad alta a otra baja."Lo que sugiere Strassmann y otros colegas en el campo de la medicina evolutiva es que quizá es un poco obsesiva la idea de los ginecólogos de que lo normal y lo natural es menstruar cada mes.
De esto no se deduce, claro está, que menstruar pocas veces sea lo sano. Con frecuencia es preocupante cuando una mujer no menstrúa: suele ser señal de que algo no funciona bien. Por ejemplo, en las mujeres obesas puede señalar un riesgo acrecentado de tener cáncer uterino.
Sin embargo, para la mayor parte de las mujeres, la ovulación incesante no sirve a ningún objetivo excepto aumentar síntomas como dolores abdominales, cambios de humor, migrañas, endometriosis, fibromas y anemias. Los cuerpos de las mujeres, en definitiva, están sujetos a cambios que no necesariamente estaban diseñados para que la evolución jugara con ellos.
Es lo que también proponen los doctores Elsimar Coutinho y Sheldon S. Segal, dos importantes investigadores sobre anticonceptivos, en su provocativo libro Is Menstruation Obsolete? Además, proponen que la supresión de la menstruación tiene notables ventajas para la salud.
si como no
ResponderEliminar, la naturaleza se equivoca tan frecuentemente que nosotros somos el corolario de la suma de las imperfecciones...¿Será?