Era una habitación con poca luz, en la sexta planta. No estoy seguro de por qué no arreglaban la luz de ese pasillo. Incluso durante el día, este lugar me parecería mal iluminado.
Quizás no era la luz, sino el ambiente sombrío de la planta de oncología. Algunos de los pacientes tenían enfermedades terminales pero de algún modo actuaban como si les quedasen décadas de vida. Es sorprendente cómo podemos encontrar valientes en los lugares más insospechados. Tal vez en realidad no sean valientes, aunque intenten parecerlo. Nunca podré distinguir la diferencia.
¿De donde sacan tanta fuerza? Tal vez tienen la esperanza de que van a mejorar, tal vez les queden algunos años más para disfrutar de la vida. La esperanza los mantiene... supongo. Su optimismo es como una brisa en el jardín, que te envuelve de manera sutil. En esos momentos prefieren olvidar las estadísticas y todos los pronósticos y simplemente estar tranquilos. Quieren gritarle al mundo que las estadísticas de supervivencia son simplemente números y que no significan nada.
Él era un paciente de la sexta planta. Tenía mesotelioma, el dolor le causaba un gran sufrimiento, no era esa clase de dolor que se puede aliviar con analgésicos. Estaba despidiéndose de su familia para siempre. Para algunas personas se trata de pasar de una fase a otra, para otros es el fin del camino. No importa lo que creamos, todos cruzamos. Este paciente en concreto había trabajado casi toda su vida en una fábrica de asbestos lo que finalmente le causó cáncer. Una vez le pregunté, sentado junto a su cama, si había pensado alguna vez en demandar a la compañía para la que había trabajado, él me contestó que no, que se tenía que morir algún día de todos modos ... así sea.
Me ofrecí a aumentar sus medicación para aliviarle el dolor, él me contesto, "para la clase de dolor que tengo, todavía no existe tratamiento." Creo que tenía razón. Su hijo nos pidió que hiciéramos todo lo posible por aliviarle. Naturalmente, no quería ver sufrí a su padre. Al final el propio paciente nos pidió que lo enviáramos a casa, diciendo: "Prefiero morir en casa con mis seres queridos, estoy harto de hospitales".
Y creo que aquí es donde los hospitales deben jugar un papel muy importante. Por mucho que nos preparemos para luchar contra la muerte, no estamos preparados para tratar con ella. Uno de mis profesores me dijo una vez "la muerte es solo una fase que nos conduce a la siguiente." Él había perdido a su mujer por un cáncer de ovario. Aprendí mucho de él sobre el final de la vida. Me dijo, "a veces queremos tanto a nuestros seres queridos, que no estamos dispuestos a dejarlos ir por egoísmo."
Intento explicarles a los familiares que intenten verlo desde el punto de vista del paciente en lugar de desde el suyo propio. ¿Quién querría estar acostado en una cama enchufado a un montón de tubos?
Hay programas de medicina hospitalaria y cuidados paliativos. Enseñan y entrenan los principios implicados en la compasión, la integridad y el punto de vista ético para cuidar de los pacientes terminales. Existe la creencia errónea de que los pacientes con cáncer sólo puede ser receptores de cuidados paliativos. En realidad, los pacientes con enfermedades terminales de cualquier tipo, como demencia avanzada y pacientes gravemente enfermos, podrían ser inscritos en estos programas. Nos daríamos cuenta de sus necesidades y el gran servicio que nos prestan.
Traducción libre de Vicente Segarra sobre un post de S. Irfan Ali.
S. Irfan Ali es medico hospitalario y bloguea en Human Factor in Medicine and Life.
Muchas gracias por traernos este texto.
ResponderEliminarSalud y un abrazo,
Sime