sábado, 8 de enero de 2011

Siguiendo las huellas de Wakefield: Percepción de riesgo y vacunas

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Por: Vicente Segarra

vacunas-2El pasado mes de mayo, las autoridades médicas británicas le quitaron al Dr. Andrew Wakefield su licencia para la práctica médica. En caso de que el nombre no os sea familiar, Wakefield fue el autor principal del artículo de 1998 publicado en The Lancet (del que posteriormente se retractó) que extendió  el temor a las vacunas a nivel mundial. Ahora, el British Medical Journal ha pasado a la acción, a investigado y publicando un informe que califica al estudio de Wakefiled  como un “elaborado engaño”, sugiriendo que Wakefield manipuló sus hallazgos para hacerse rico demandando a las compañías farmacéuticas.

La prensa dará a este último aspecto de la historia sus 15 minutos de gloria. Pero la cobertura mediática se centrará principalmente sobre Wakefield. Se dará poca importancia a la cuestión fundamental del asunto. Miles de personas están sufriendo hoy en día todo tipo de enfermedades que habían sido casi erradicadas, enfermedades que resurgen debido al temor a las vacunas de gentes de todo el mundo, gracias tanto al Dr. Wakefield como a la innata capacidad humana de percibir y responder al riesgo. Debemos aprender que, a veces, lo que hacemos para protegernos, aunque nos haga sentir seguros, empeora las cosas. Estudiar cómo la psicología de la percepción de riesgo se desarrolló en el caso Wakefield, y todavía hoy sigue haciéndolo en el temor de la gente a las vacunas, nos indica en gran manera, el camino para evitar este riesgo en el futuro… el gran peligro que surge cuando asumimos riesgos con decisiones equivocadas.


Wakefield et al. buscaron un vínculo entre el autismo y la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubeola). En su artículo ahora retractado, los autores comentan que: “No demostramos una asociación entre la vacuna triple vírica y el síndrome descrito”. Pero en las conferencias de prensa que anunciaban el artículo, Wakefield sugirió que la clave era`poner las vacunas por separado, en lugar de juntas. Los padres de niños autistas que fueron sujetos del estudio… los DOCE niños… buscaban desesperadamente una explicación para su tragedia y saltaron sobre esta pista y doce años después el miedo a las vacunas de todo tipo se ha extendido mundialmente. Los índices de vacunación son bajos. La inmunidad de grupo a algunas enfermedades ha caído tanto que algunas enfermedades están empezando a extenderse de nuevo, en los Estados Unidos y el resto del mundo.

Con tanta seguridad como sabemos que las vacunas NO causan autismo, también sabemos, a partir de la investigación sobre la percepción del riesgo, que varias características psicológicas desempeñaron (y desempeñan) un gran papel en el miedo de la gente a las vacunas:
  • Sabemos que los riesgos provocados por los humanos son más terroríficos que los naturales. Las vacunas están hechas por los humanos.
  • Sabemos que un riesgo parecerá más aterrador si viene acompañado de un bajo beneficio, y las vacunas nos protegen de enfermedades que están prácticamente erradicadas (gracias a las vacunas), por lo que sus beneficios se perciben como mínimos (incluso aunque permanezca un riesgo bajo).
  • Sabemos que un riesgo impuesto nos da más miedo que uno que elegimos por voluntad propia, y la vacunación está impuesta por el gobierno (aunque se puede optar por no llevarla a cabo).
  • Sentimos más miedo si desconfiamos de la gente que vela por nuestra salud y seguridad, y mucho gente no se fía de los fabricantes de vacunas o de las agencias sanitarias gubernamentales que supervisan los programas de vacunación.
  • Por último, sabemos que cualquier riesgo sobre los niños evoca más miedo que el mismo riesgo sobre adultos, y el movimiento de miedo a las vacunas se inició, y todavía se centra en gran medida, en los niños autistas.
No es del todo irracional responder al riesgo de esta forma. Cuando se trata de la percepción de un peligro potencial, lo que no es más que un asunto de supervivencia, hemos desarrollado características afectivas como – confianza, alternativas, niños, riesgo frente a beneficio, entre otros – como herramientas para juzgar la situación de forma rápida, al instante y de forma subconsciente, por su “cantidad de riesgo”. No es racional ni irracional, el simplemente lo que hacemos.

vacunas
Pero esta respuesta afectiva al riesgo puede llevar a lo que en mi libro (How Risky Is It, Really? Why Our Fears Don’t Always Match the Facts) llamo Brecha de Percepción, un peligroso desfase entre nuestros sentimientos y los hechos sobre el peligro que algo puede suponer. A veces tenemos más miedo del que dicen los hechos que deberíamos tener (vacunas). Con muchas de las grandes amenazas, no tenemos suficiente miedo (enfermedad infecciosa). La brecha entre nuestros miedos y los hechos puede ser peligrosa por si misma. Solo hay que preguntar a los padres de los miles de niños de todo el mundo que se contagian, o mueren, de enfermedades que las vacunas tenían bastante controladas.

Tenemos que empezar a poner más atención a lo que la psicología de la percepción del riesgo nos ha enseñado sobre por qué reaccionamos al riesgo de la forma en que lo hacemos. Tenemos que ser honestos con nosotros mismos y reconocer que, aunque nuestros sentimientos sobre un riesgo puedan ser correctos, estos sentimientos pueden generar nuevos peligros. Debemos temer al propio miedo…demasiado, o demasiado poco. Del mismo modo que estudiamos los riesgos como vacunas y autismo, también estudiamos la psicología de la percepción del riesgo,e identificamos sus agujeros. Podemos…deberíamos…usar ese conocimiento para hacer una gestión global del riesgo más inteligente en las elecciones que hacemos como individuos y como sociedad.

Y debemos hacerlo de una forma proactiva, cuando surgen temas relacionados con el riesgo, antes de que nuestros sentimientos se asienten profundamente. Porque también sabemos a partir de los estudios de percepción del riesgo que, una vez que hemos hecho nuestra interpretación de lo que es seguro y lo que no, es muy difícil que esa interpretación cambie. Uno de cada cuatro padres estadounidenses ahora rechaza vacunar a sus hijos. Esta última investigación sobre el Dr. Wakefield no cambiará eso. El daño que él y muchos otros han hecho persistirá durante mucho tiempo…y continuará sirviendo como un recordatorio del riesgo al que nos enfrentamos si no reconocemos que la forma en la que percibimos el riesgo, puede ser un riesgo en si misma.

Autor: David Ropeik
Fecha original: 6 Enero 2011
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